martes, 12 de marzo de 2013

Ya no hay niños en el parque.

Hace unas tres semanas escuché a una compañera decir esta maravillosa frase al intentar defender una opinión ante el resto de compañeras. Muchos de los lectores y lectoras pensarán que qué tiene de maravilloso esa frase al ser un hecho tremendamente triste, y ahí es cuando añado que es una buenísima frase a analizar y que puede abrir los ojos a más de una persona. 

       No hace muchos años, y cuando hablo de “no muchos años” me refiero a menos de veinte, los parques estaban infestados de niños a partir de las 16:00h hasta, por lo menos, las 20:00h. El griterío llenaba las calles, los abuelos tenían un punto de encuentro al aire libre, los niños correteaban, unos se escondían, había quién jugaban a la pelota y, cómo no, otros hasta se peleaban. La vida del niño en libertad y en tiempo de juego. Maravilloso, ¿verdad? 

Pues bien, es el momento de contrastarlo con el ahora. ¿Qué ha ocurrido? Los parques han pasado de ser un lugar indispensable de ocio y libertad para todos a ser una zona más de la ciudad, utilizada en la gran mayoría de los casos como lugar por excelencia para botellones, trapicheos y hospedaje gratuito de indigentes.


Algunas de las causas que podría mencionar sobre esta repentina modificación es el cambio del concepto de “juego” en la infancia y los espacios y materiales que se emplean para éste. Actualmente se interactúa menos en el medio, los materiales de juego están destinados cada vez más a usarlos de una determinada forma y sin dar pie a diferentes usos.  Algo que tampoco es una novedad para nosotros es ese cambio de mentalidad que ha habido y el aumento de vandalismo en las calles. Éstas han pasado de ser un
lugar de encuentro y ocio para muchos a ser un lugar temido para otros muchos más. Los niños ya no pueden ir solos por la calle (¡y ni siquiera al colegio!), siempre hay ese temor de que pase alguna cosa o como diría más de una madre: "a ver si me van a raptar al niño". Actualmente es inevitable pensar lo peor viendo "cómo está el asunto" en las calles.

     También cabe mencionar la aparición de la tecnología en nuestras vidas: hace años un niño era tremendamente feliz teniendo una pelota, una bicicleta o, por qué no, el último Action Man. Pero, sin embargo, ahora los niños están familiarizados con la tecnología demasiado temprano, olvidando así la importancia que tiene el interactuar con el medio, experimentar directamente con el entorno, tener oportunidades de aprender de los errores, relacionarse con los demás, aprender de sus iguales, etc. Además, la mayoría de los juegos electrónicos son de uso individual, y esto conlleva a que los niños se acostumbren a jugar solos, a que no se relacionen habitualmente con sus iguales y, cómo no, que los padres tengan que pagar una barbaridad por el último juego de la Nintendo DS que se le ha encaprichao al niño. 

        Con este texto no me estoy poniendo en contra de las nuevas tecnologías ni me intento mostrar como una persona de pensamiento “anticuado” o “tradicional”. Es algo obvio e inevitable saber que el tiempo corre, la sociedad avanza y que, como dijo Heráclito: “Todo está en constante cambio”. Pero deberíamos tener cuidado con nuestra acomodación a este cambio porque se están olvidando cosas tan importantes como son el aprender mediante el juego, aprender a relacionarse con los iguales y dar juego a nuestra imaginación.